lunes, 1 de junio de 2009

Se nos olvidaron los panfletos???




La campaña masiva de amedrentamiento que habían emprendido los paramilitares desde hace unas semanas ha continuado en todo el país. Los volantes dejados en postes de luz y debajo de las puertas continúan condenando a muerte a quienes no se ajustan al perfil de los “ciudadanos de bien” con el que se pretende juzgar y deslegitimar cualquier manifestación de desacuerdo con el estado de las cosas en el país.

Aunque los medios de comunicación se hayan concentrado en la peor epidemia de todas las epidemias (que no ha matado a nadie en nuestro país) el problema de los panfletos persiste y la paramilitarización de la sociedad sigue su curso como lo ha hecho a grandes pasos durante estos últimos 7 años.

La posición del gobierno nacional y de las autoridades raya en el cinismo al tratar de ocultar la naturaleza del fenómeno y las verdaderas causas que lo generan. Le echan la culpa a bandas organizadas por vecinos, a la delincuencia común y como ya se volvió costumbre a “la far”. No se acepta el accionar paramilitar obedeciendo la tesis uribista que supone el fin del paramilitarismo en Colombia luego del proceso de Justicia y Paz.

Un habitante de un municipio cundinamarqués de la provincia de Sumapaz dice al respecto: “…en medio departamento de Cundinamarca las explicaciones que los inspectores de policía dan a la comunidad es que la junta de acción de acción de la vereda contrató una banda de sicarios para limpiar la zona”.

¿Acaso hubo una reunión de todas la juntas del departamento para realizar estas “contrataciones” como afirma la policía? ¿O será más bien que la reunión fue entre la dirigencia de la fuerza pública para concertar las volanteadas y unificar una versión ante los medios?

Se desconoce descaradamente el marcado acento político en muchas de las amenazas. Además, es claro que detrás de la repartición de volantes en más de 100 municipios y 20 de las principales ciudades del país hay un movimiento logístico y financiero que un grupo de vecinos conservadores o tres jíbaros organizados no tienen la capacidad de realizar. Es evidente que hay paramilitares detrás de las amenazas.

La cosa no es para no asustarse cuando a la gente en realidad la están matando como ocurrió con ha ocurrido en Ciudad Bolívar, Bosa y Cartagena.

Una editorial de marzo de El Espectador afirma esta tesis “las autoridades pueden repetirlo las veces que lo consideren pertinente, pero la existencia de amenazantes panfletos como los que fueron denunciados recientemente en Bogotá, en la localidad de Suba, prueban que el fin del paramilitarismo se circunscribe a las bases de datos de la Vicepresidencia.”
El Espectador 11 de marzo de 2009.

Mirando las implicaciones y posibles relaciones de la situación, podemos observar que la proximidad de unas nuevas elecciones presidenciales, el clima de agitación social que se vive producto del descontento con las políticas del gobierno nacional, la presión internacional sobre el presidente Uribe, la crisis económica mundial de la cual nuestro país no se escapa; componen un contexto en el que la figura de Uribe se revitaliza con campañas de amenazas de este tipo. La sozobra y el temor generalizado permiten ablandar la conciencia de la población con tal de controlarlos más fácilmente, permite someterlos a la idea de dependencia de una figura carismática y todopoderosa que se identifique como el líder salvador, como el ídolo incuestionable (e indestronable) que nos librará de todos los males.

Campañas de represión abierta y velada son parte de la estrategia para mantener el rebaño bajo control, quieto, homogéneo, estandarizado. Curiosa coincidencia con la intención de penalizar la dosis mínima. De negarle derechos legales a la comunidad gay. De elegir un procurador ultraconservador del opus dei. De mantener la campaña de señalamiento y estigmatización contra los movimientos de oposición en el país. De rotular de “guerrilleros” y “terroristas” a todo aquel que manifieste su disenso a la posición oficial.

El cerco se cierra desde la derecha contra quienes piensan diferente, sienten diferente, obran diferente sin hacer daño a nadie buscando el desarrollo de su propia personalidad o el de la sociedad en general con propuestas alternativas.

Los panfletos han seguido circulando y el gobierno los ha seguido subvalorando ante la opinión pública. Los asesinatos han continuado y los medios han callado. Vendrán también por los universitarios, los mechudos, los que se visten distinto, los que fuman marihuana, los que piensan diferente y los que obran por un país mejor. Nadie con estas características cabe en el para-iso que Uribe se ha empeñado en construir.

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